Apartamentos Miyamoto. Capítulo 2.

Apartamentos Miyamoto

 

Capítulo 2

1

Risa Miyamoto

Después de un largo y acalorado beso, separamos nuestros labios. Me levanto y me dispongo a irme.

—¿Volveremos a vernos la semana que viene? —me pregunta, recuperando el aliento, mi recién conocido acompañante.

—Lo siento, es temporada de exámenes. —Lo cual es cierto, pero lo uso más bien como pretexto para no quedar.

Tras ello, me marcho. No es que me guste jugar con los sentimientos de los chicos, siempre les dejo claro desde el principio que no quiero ningún tipo de compromiso, sin embargo, hay algunos que son un poco insistentes…

Cuando llego a mi casa, me pongo a estudiar. Sin quererlo, se me viene a la cabeza la imagen de mi compañera, Sumika Hatori. A pesar de sentarse a mi lado, no sé apenas nada de ella, excepto que es muy inteligente y poco sociable. Alguna vez he intentado, infructuosamente, acercarme a ella durante la hora del almuerzo, pero siempre la pillo leyendo algún libro, lo cual la hace aún más inaccesible. Agito mi cabeza de lado a lado, como para sacarla de mis pensamientos, y me centro, por fin, en mis estudios.

 

2

Hanako Shimizu

—Últimamente, te quedas a cargo del negocio más tiempo del habitual, ¿necesitas dinero o algo así? —me interpela mi madre.

—Ah, no, qué va… —Busco una excusa que no llega a mi mente—. No sé, me ha dado por ahí.

Por supuesto, mi vaga respuesta no la satisface, pero decide no preguntar más, al menos por el momento.

 

3

Risa Miyamoto

Cuando llego a clase, Hatori ya tiene el libro y el cuaderno de Matemáticas encima de la mesa. «Esta es mi oportunidad», pienso al acercarme, a paso más o menos acelerado, a mi compañera.

—¡Hatori! —lo digo de sopetón, sin saludarla siquiera, mientras apoyo ambas manos en su pupitre e inclino ligeramente mi cuerpo hacia la joven—. ¿Has hecho el ejercicio siete? Yo no tenía ni idea…

Hatori me observa desconcertada y, con la frialdad a la que me tiene acostumbrada, responde:

—Buenos días. Sí, lo tengo hecho.

Por su mirada, entiendo que quiere que me aparte un poco, así que me dirijo a mi asiento. Sin embargo, no me doy por vencida.

—¿Podrías… explicármelo? —le pido casi titubeando—. Los números nunca han sido lo mío.

Hatori me mira silenciosa, se coloca un mechón de pelo tras su oreja derecha, acerca su cuaderno hacia mí y comienza a aclararme las dudas.

Termina su explicación a la par que la profesora entra en el aula.

—Ahora sí que lo he entendido. ¡Muchísimas gracias! —Sonrío y es lo único que me da tiempo a decirle.

 

4

Mei Kobayashi

—O sea, que os conocéis desde que empezaste secundaria… ¿y nunca os habéis enrollado? —me pregunta Harumi, sin ninguna delicadeza.

—¿Qué? ¿Cómo vamos a… enrollarnos? —Noto cómo aumenta el calor en mis mejillas y subo un poco el tono—. ¡No, claro que no!

—Uf, yo no hubiera aguantado tanto… —responde, con una sonrisa picarona.

—Nunca me toma en serio, siempre con sus bromas —me quejo—. Me trata como si todavía fuese una niña.

—Así que eso es lo que te preocupa… —dice pensativa y siento algo de pánico por lo que se le puede estar pasando por la cabeza.

 

5

Risa Miyamoto

—¿Hoy también vas a la biblioteca, Risa? —me interroga un chico al terminar las clases.

—Sí, mañana hay examen de Matemáticas. —Le sonrío, a modo de disculpa.

—Avísame si cambias de opinión —dice al marcharse.

Suelto un suspiro dramático y me vuelvo hacia la joven de cabello oscuro que se sienta a mi lado.

—¡Nos vemos mañana, Hatori!

—Hasta mañana, Miyamoto.

Es la primera vez que pronuncia mi apellido, pensé que no se acordaba de él. «¿Me llamará alguna vez por mi nombre?». Con ese pensamiento absurdo, me dirijo a la biblioteca escolar. Está bastante abarrotada, en cambio, encuentro un sitio vacío en una mesa con pocos alumnos. Al contrario que la mayoría, no me gusta sentarme con mis amigos para estudiar. Además, hoy necesito concentrarme el doble. Espero ser capaz de aclarar todas mis dudas yo sola.

 

6

Sumika Hatori

La sigo con la mirada al salir del aula. Nunca pensé que se tomara en serio los estudios. «¿Tendrá más dudas?», no puedo dejar de darle vueltas al tema mientras me dirijo a la salida del instituto. Me paro en seco. «Mierda», susurro y retrocedo en mis pasos, poniendo rumbo hacia la biblioteca. «Solo voy a comprobar que le va bien para quedarme tranquila», pienso.

La busco con los ojos entre la multitud de estudiantes y, gracias a su cabellera anaranjada, la encuentro sin demasiada dificultad. La noto confusa y agobiada. Sin más dilación, me dirijo hacia el sitio vacío que hay a su lado y me siento. Cuando se percata de mi presencia, posa sus ojos en mí, patidifusa, esperando a que diga algo.

—Pensé que podrías necesitar ayuda… —explico, mirando hacia su cuaderno—. Además, me vendrá bien para repasar a mí también.

Cuando termino de hablar, vuelvo a observarla y me fijo en su expresión de cachorro abandonado.

—¡Eres un encanto! —concluye, sonriente, y le pido que baje la voz.

«¿Cómo puede decir algo así tan descuidadamente?»

 

7

Hanako Shimizu

Cansada de esperar en el mostrador, me meto un rato en la zona de horneado. «Hoy tampoco vienen, además, su hermano no dijo nada de que le gustasen los pasteles», suspiro y escucho dos voces masculinas al otro lado de la puerta. Doy un brinco y salgo nuevamente al mostrador, pero no son ellos. Desisto en mi empeño, me quito el delantal con el logotipo del negocio, me despido de mi madre y me voy del local. «Mañana igual tengo suerte», pienso, mirando la hora en el móvil y, al levantar la vista, veo a los dos jóvenes rubios acercándose al establecimiento.

—Hola, Shimizu —saluda Koichi—. ¿Ya has acabado tu turno?

—¡Hola! —respondo, algo agitada—. No, qué va, ahora mismo os atiendo, pasad.

El mayor de los Nimura, Billy, no dice nada, pero me muestra su sonrisa al entrar.

Mi madre me mira extrañada. «Yo les atiendo», le digo por lo bajini, mientras los hermanos deciden qué comprar. Tras meditarlo un instante, Koichi elige varios pasteles, demasiados para uno solo diría yo.

—Para mí, estos dos —me dice Billy, señalando con el dedo los que quiere.

—Buena elección, son de los que más se venden —le suelto, haciéndome la entendida, y me avergüenzo de mí misma.

Koichi se despide y sale. Su hermano lo sigue, pero vuelve el rostro hacia mí antes de marcharse.

—Nos vemos otro día.

Me ruborizo hasta las orejas, sonrío como puedo y no soy capaz de articular palabra. Cuando ya estamos otra vez solas mi madre y yo, me da un codazo y me pregunta:

—¿Y bien? ¿Cuál de los dos es el afortunado?

 

8

Mei Kobayashi

—Entonces, sigue estando en tu casa, ¿no? —pregunta Harumi mientras me maquilla.

—Sí, termina de trabajar en una hora o así —respondo, tratando de estar lo más quieta posible.

A Harumi se le había ocurrido «sacar la mujer adulta que hay en mí» y, por ello, había comenzado a maquillarme.

—No te aplicaré mucho para que parezca más natural —comenta.

—Está bien, gracias —respondo, con los ojos cerrados.

Por la facilidad con la que se desenvuelve, se nota que sabe mucho del tema. Tras unos minutos, la joven de cabello cobrizo rompe el silencio:

—Lista, pero no te mires aún, ahora hay que escoger la ropa.

—No, tranquila, no hace falta —digo, con apuro.

—Que sí, mujer, no te preocupes, tú cámbiate con lo que yo te dé y ya me lo devuelves todo el próximo día —responde mientras rebusca en su armario.

Tras probarme varias prendas y descartar del todo los pantalones, Harumi es mucho más alta que yo, la muchacha se decide por una falda de vuelo verde oscura y un top negro que hace juego con la chaqueta que llevo.

Me guía hasta el espejo y me sorprendo ante mi reflejo. No sabía que con solo algo de maquillaje y ropa de este estilo se podía conseguir algo así.

—Muchísimas gracias, de verdad. —Es lo único que articulo.

—No hay de qué, para eso estamos las amigas. —Me da una bolsa con mi ropa y una palmada en la espalda—. Y ahora, vete, no vayas a llegar tarde.

Regreso a casa y me encuentro a Hajime en el jardín.

—Hola, ¿todavía por aquí? —Esta vez soy yo la que inicia la conversación.

—Hola, je…fa. —Hace una pausa breve entre cada sílaba mientras posa su mirada en mí—. ¿Qué tal el día?

—Bien, he estado en casa de Harumi.

—Vaya, sí que os habéis hecho amigas —comenta, recogiendo todos los utensilios de jardinería—. En fin, yo me voy ya. ¡Mañana nos vemos!

—Sí, hasta mañana —respondo.

—Te sienta bien la falda—se despide, susurrando y sin añadir «jefa», de espaldas a mí.

—Gracias, Hajime —me atrevo a decirle. Hacía mucho tiempo que no le llamaba por el nombre.

 

9

Risa Miyamoto

A la semana siguiente, nos reparten los exámenes corregidos. Miro de reojo las notas de Hatori y la felicito al comprobar que ha obtenido sobresaliente en todas las pruebas. Cojo mis exámenes, reviso las calificaciones de todos, salvo el de Matemáticas, y observo que están aprobados. Giro el torso hacia mi compañera y le entrego, con los ojos cerrados, el único examen del que aún no sé la nota.

—Hatori, mírala tú antes y dime si estoy aprobada —le pido.

—Sabes que lo de las notas es algo personal —me regaña, pero obedece—. Está bien…, estás aprobada.

Abro los ojos y, en un arrebato, me abalanzo sobre ella y la abrazo con fuerza.

—Mil gracias por tu ayuda, no lo habría conseguido sin ti. —Me separo, pero sigo agarrándola por los brazos—. Me gustaría invitarte a algo, ¿tienes algún hueco el fin de semana?

Cuando me doy cuenta de mi atrevimiento, me separo bruscamente, cruzo los brazos sobre la mesa y escondo la cabeza. Ladeo un poco el rostro hacia ella y digo, avergonzada:

—Solo si te apetece…

—El sábado estoy libre —responde rápidamente, mirándome a los ojos—. Dime hora y sitio y allí estaré.

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