Apartamentos Miyamoto. Capítulo 4.

Apartamentos Miyamoto

 

Capítulo 4

1

Mei Kobayashi

—¿Cómo es que todavía no tenéis sus números? —nos escribe Harumi a Hanako y a mí por el chat grupal—. Mei, lo tuyo ya no tiene nombre, os conocéis desde hace un siglo.

—No sé, nunca ha surgido el tema. Además, sería raro que le pidiese el número al jardinero de mi casa…—respondo, siendo realista.

—Pero si hemos quedado con él muchísimas veces estos meses, de raro nada  —escribe Harumi al instante—. Así que aprovecha hoy que lo tienes en casa.

Aunque es evidente que exagera al decir «muchísimas veces», sí que es cierto que nuestra relación se ha estrechado un poco últimamente. «¿Podría decirse que somos amigos? ¿Qué pensará él?» Mientras reflexiono sobre esto, leo el siguiente mensaje:

—Y tú, Hanako, ven al piso que lo soluciono en un momento.

Hanako tarda un poco en contestar y, finalmente, dice:

—Está bien, pero no hagas ninguna de las tuyas…

—Tranquila, confía en mí —termina Harumi y presiento que esas palabras no la calman en absoluto.

 

2

Risa Miyamoto

Al despedirnos la semana pasada, Hatori y yo intercambiamos nuestros números de teléfono. Sin embargo, no nos hemos escrito ni una sola vez desde que los tenemos. En clase, parece un poco más cercana, aunque siempre soy yo quien inicia todas nuestras conversaciones y, por si fuera poco, aún sigo llamándola por su apellido. «¿Qué me cuesta decir Sumika?», lo comento en voz baja y siento un súbito calor en mis mejillas. Encima, hoy ha quedado con el chico de la maratón. Me dijo que solo era un amigo, pero «¿y si le gusta?», suspiro, angustiada.

Cansada de darle vueltas al tema, me tumbo en la cama, cojo el móvil, entro en mi perfil de las redes sociales y le pregunto a uno de mis «amigos» si puede quedar hoy.

 

3

Hanako Shimizu

Llego a casa de Harumi y me encuentro, nuevamente, con Koichi por allí.

—Buenos días —nos saludamos.

—Hanako, ya que estás de pie, ¿por qué no vas a casa de los Nimura e invitas a Billy también? —me comenta mi amiga, sin rodeos, con su ya habitual sonrisa picarona—. Al parecer, hoy está de descanso.

—Si queréis lo aviso yo por teléfono —dice su hermano.

Observo la cara de pánico de Harumi, pero esta vez me adelanto y soy yo la que salva la situación:

—No te preocupes, me acerco en un momento.

La joven me mira como una madre orgullosa de su hija, le sonrío con disimulo y me dirijo a casa del chico.

 

4

Mei Kobayashi

Sigo dándole vueltas a lo que hablé con Harumi, mientras me acerco a Hajime. Está agachado, de espaldas a mí, arreglando unas flores del jardín. Aproximo una botella de refresco al rostro del muchacho y le rozo la piel con ella. Se sobresalta y exclama, agarrándome por la muñeca:

—¡Jefa, menudo susto!

—Perdona, no era mi intención —me disculpo, muy avergonzada, y me justifico—. Como hacía un poco de calor, pensé que podrías tener sed…

—Tranquila, ¡gracias! —Sonríe y deja de cogerme por la muñeca para alcanzar la botella que le ofrezco—. ¿Hoy no sales con Hanako y las demás?

—No, hoy me apetece quedarme aquí relajada —respondo—. Por cierto…

Observo cómo acerca el refresco a sus labios y, tras beber un sorbo, me fijo en el movimiento de su nuez en el cuello. Me ruborizo ligeramente y, al volver a mirarlo a los ojos, percibo en su expresión que está esperando a que continúe el enunciado.

—No es nada, sigue con lo tuyo. —Por el momento, no me atrevo a preguntárselo y me imagino a Harumi regañándome por ello.

 

5

Risa Miyamoto

Tras tomar algo en una cafetería y dar un paseo por las calles de Shibuya, el chico y yo nos sentamos en un banco. Mi acompañante acerca su rostro al mío y, desganada, cierro los ojos para recibir sus labios. Nos besamos durante unos segundos que se me hacen eternos y, aunque intento centrarme en lo que hago, tengo el pensamiento puesto en otra parte, por lo que termino separándome, con cierta brusquedad, y le pido disculpas:

—Lo siento, Hatori, acabo de recordar que tenía algo importante que hacer. —Me invento una pésima excusa, me coloco mi bolso y me levanto.

—¿Hatori? —pregunta el joven mientras me marcho.

Me quedo absolutamente blanca y mi corazón empieza a latir con fuerza. Esta vez, le pido perdón por la confusión y camino, a paso acelerado, hacia mi casa. «Mierda, mierda, mierda», pienso y me digo a mí misma:

—¿Qué coño me pasa?

 

6

Hanako Shimizu

Pulso el timbre y abre Billy en pijama.

—Buenos días, Shimizu —me saluda, sorprendido.

—Buenos días, perdona por venir de improviso —respondo y añado, algo nerviosa—: Estaba con tu hermano y Harumi en su casa y me dijeron que te llamara por si te querías pasar un rato…

—Vale, entra mientras me pongo algo más decente —comenta, mirando su atuendo.

Espero en el pequeño salón a que se cambie y observo la colección de discos que tiene. La mayoría son de rock de los ochenta, por lo que no me suena casi ninguno. Tras un vistazo general, me fijo en su guitarra. «Telecaster», pronuncio para mí misma, leyendo el nombre de la marca. En ese momento, escucho sus pasos y me vuelvo hacia el muchacho, quien ya viste otra ropa.

—Tienes muchísimos discos —le digo.

—Sí, muchos años coleccionándolos. —Sonríe.

—Oye, y si… —continúo, mirando nuevamente hacia la guitarra, y él presiente lo que voy a pedirle.

—Si quieres toco algo breve, pero nada de cantar que no se me da bien.

—¡Genial! —comento entusiasmada y tomo asiento a la vez que él coge el instrumento.

 

7

Mei Kobayashi

Sentada en la terraza que da al jardín, finjo leer un libro, maquinando cuál es la mejor forma de pedirle el número sin que parezca que estoy interesada en él. De repente, una sombra me tapa el sol, levanto la cabeza y veo al joven jardinero.

—Yo ya he terminado por hoy, jefa —explica.

—Estupendo —contesto mientras me levanto y dejo el libro sobre el sillón.

Sigue de pie frente a mí y ambos nos miramos en silencio, por lo que empiezo a sentirme incómoda. Tras unos segundos, pregunta:

—¿Y bien? ¿Qué era eso que querías decirme?

—Ah, aquello… Era una tontería, la verdad —digo, sonrojada, improvisando en mi cabeza algún motivo verosímil por el que querría su número—. Iba a preguntarte si podrías darme tu número de teléfono. Como últimamente salgo mucho con Harumi y eso… Por si algún día la llamo y no contesta, poder escribirte a ti, como eres su vecino…

Estoy tan nerviosa que desvío la mirada mientras espero su respuesta.

—Sí, claro —afirma el chico, despreocupadamente, sacando su móvil del bolsillo.

Lo observo atónita por un segundo y, con dedos temblorosos, cojo mi teléfono para que intercambiemos nuestros números.

 

8

Harumi Yoshida

—Si que tardan estos dos —comenta Koichi.

—Igual están fo… —Me doy cuenta de que voy a decir una burrada y cambio mis palabras—. Tocando algo con la guitarra.

Mientras hablo, veo por la ventana a Risa llegando al bloque de apartamentos. Abro la puerta de mi casa y la saludo:

—¡Hola, Risa! —Al observarla de cerca, me doy cuenta de su rostro malhumorado—. ¿Ha pasado algo?

—Hola, Harumi. —Cambia su expresión por otra más apacible y, claramente, forzada—. No, qué va, todo bien, como siempre.

—No seas boba, pasa y me cuentas —le respondo, con tono maternal, y la chica entra.

 

9

Risa Miyamoto

Harumi espera impaciente a que hable. Está con Koichi. El joven hace ademán de irse, pero le digo que no me importa que él escuche, que es una tontería en realidad. Pongo orden en mis pensamientos y, finalmente, explico:

—Es sobre Hatori, la compañera de clase que os presenté el otro día. —Dudo antes de continuar—. No sé, es como si no consiguiera del todo que seamos amigas. En el instituto, es muy fría y siempre soy yo la que está buscando algo sobre lo que hablar con ella. Sin embargo, cuando necesito ayuda con los estudios, es la primera dispuesta a echarme una mano.

Ambos me escuchan silenciosamente y sigo:

—El sábado me acompañó hasta casa e incluso intercambiamos nuestros números, pero ya hace una semana de eso y no me ha escrito ningún día. —Suspiro—. Me da señales contradictorias… Estoy hecha un lío.

Harumi me mira ligeramente sorprendida y dice:

—Déjame tu móvil un momento.

Obedezco y se lo doy. Me pide que lo desbloquee y la chica comienza a ver los números que tengo en mi agenda. De repente, se para en uno de ellos y llama. Es el de Sumika Hatori. Noto cómo se me hiela todo el cuerpo antes de reaccionar.

—¿¡Qué estás haciendo, Harumi!? —exclamo, con el pulso acelerado, y cuelgo.

—No tienes por qué esperar a que te llame, puedes hacerlo tú misma —responde, clavándome su mirada—. Quieres hablar con ella, ¿verdad?

Al escucharla, me ruborizo hasta las orejas y siento cómo me vibra el móvil en las manos.

—¡Ay, es ella! —digo, algo alterada.

—Tranquila. —Harumi posa su mano sobre mi cabeza  y sonríe—. Todo irá bien.

Esbozo yo también una pequeña sonrisa y, con el pulso aún acelerado, salgo para hablar.

—Miyamoto, ¿me habías llamado? —Escucho a Hatori a través del teléfono.

—Hola, Hatori. Sí, perdona quería llamar a otra persona y pulsé sin querer tu número. —Es lo único que se me ocurre decir—. Espero no haber interrumpido lo de la maratón.

—No te preocupes, ya estoy en casa.

—Menos mal… ¿Cómo fue?

—Bien, ha mejorado su marca —explica—. Y después les enseñé un poco la ciudad a su novia y a él.

—Oh, estupendo. —Siento cómo mi cuerpo se relaja un poco al escuchar «su novia»—. Yo estaba en casa de mi vecina, Harumi, una de las chicas que te presenté la semana pasada.

Se hace un breve silencio e intuyo que Hatori se va a despedir, por lo que me adelanto:

—Por cierto…, si quieres, podemos vernos el próximo fin de semana en mi casa para estudiar.

Podría haberla invitado a hacer otra cosa más entretenida, pero es la primera excusa que se me viene a la mente para quedar otra vez con ella. Además, desde lo del cine, sentía la necesidad de traerla un día al apartamento…

—Sí, no veo por qué no —responde, escuetamente—. Nos vemos en clase.

—¡Genial, nos vemos! —concluyo, con una sonrisa tonta que mantengo el resto del día.

 

10

Hanako Shimizu

Sujeta con los dedos una púa con la que acaricia las cuerdas de la guitarra. Me parece que toca una canción de Queen y pienso que lo hace de maravilla. Cuando termina, aplaudo brevemente.

—¡Vaya, lo haces muy bien! —lo elogio—. Yo no tengo ni idea de cómo tocarla, de hecho, nunca he tenido una guitarra entre las manos.

—Si quieres, puedes probarla —dice, ofreciéndomela.

—Está bien —contesto, cogiendo el instrumento—. Pero vas a tener que colocarme los dedos. No sé cómo van.

Me mira, sujeta con suavidad mi mano izquierda y va ubicando cada uno de mis dedos en las cuerdas correspondientes. Observo su rostro mientras lo hace y ahora sí que confirmo que tiene tres piercings, aparte de unos labios preciosos…

—Ya está, Shimizu, ahora toca las cuerdas con tu mano derecha de arriba a abajo —explica y, al levantar la vista, nuestros ojos se encuentran a muy corta distancia.

—Es Hanako —respondo, sin apartar la mirada, casi susurrando—. Mi nombre, me refiero. No es justo que yo te llame Billy y tú sigas usando Shimizu para referirte a mí.

Me observa en silencio unos segundos y termina diciendo:

—Tienes razón…, Hanako. —Hace una pequeña pausa antes de pronunciar mi nombre y siento un súbito calor que recorre todo mi cuerpo.

Tras ello, Billy vuelve a mirar hacia mis manos.

—Ah, es verdad, el acorde —digo, sonrojada, tocando las cuerdas.

—Nada mal —responde, sonriendo—. ¿Vamos a casa de Harumi? Estos dos llevan ya un rato esperándonos.

—Cierto. —Se me había olvidado por completo.

Una vez allí, mi amiga consigue, con su don de palabra, que Billy me dé su número.

 

11

Mei Kobayashi

Antes de que Hajime se marche, llega mi madre. Va vestida elegantemente y esconde sus ojos, y me temo que alguna que otra arruga, tras unas enormes gafas de sol. Nos saluda en la distancia y se aproxima hacia nosotros.

—Buenas tardes, Hajime. ¿Por casualidad, no estarás libre el sábado que viene? —pregunta directamente al joven—. Voy a celebrar mi cumpleaños en casa con unas cuantas amistades y me gustaría tener un par de camareros ofreciendo las bebidas y demás. ¿A ti no te importaría hacerlo? Por supuesto que te pagaría a cambio.

Me quedo boquiabierta ante la propuesta, jamás en mi vida pensé que le pediría algo así. Observo al joven jardinero y siento que está tan confuso como yo. En cambio, dice:

—Buenas tardes, señora Kobayashi. Sí, por mí no hay ningún problema.

—¡Qué bien! —responde mi madre —¿Y podrías traer a alguien más para hacer el trabajo? Si tiene algo de experiencia con el tema de la hostelería, mejor.

—Creo que conozco al candidato perfecto. —Lo miro mientras habla y siento una ligera inquietud por lo que pueda pasar.

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