Apartamentos Miyamoto. Capítulo 1.

Apartamentos Miyamoto

 

Capítulo 1

1

Mei Kobayashi

Suena el despertador y me desperezo entre las sábanas, aún con sueño. «Cinco minutos más», pienso, pero rápidamente cambio de opinión. Hoy empiezo la universidad, no puedo llegar tarde el primer día. Me levanto, me aseo y, mientras me desvisto, con algo de frío, escucho de fondo el ruido lejano de la máquina cortacésped de mi jardín. No puedo evitar sonreír. Me coloco la vestimenta protocolaria y nada cómoda propia de la inauguración del curso y desayuno. Cuando termino de calzarme en el recibidor, salgo e, inmediatamente, giro la cabeza hacia la voz que me dice:

—¡Pero bueno, jefa, pareces toda una señorita!

Es Hajime Miyamoto, el jardinero de mi casa.

—Gracias —contesto, algo ruborizada—. Y no me llames jefa que la que paga es mi madre.

Observo cómo se ríe ante mi comentario y me marcho. En la entrada de casa me encuentro con Hanako, quien me espera para ir juntas a la facultad.

—Hola, Mei, ¿nerviosa? —pregunta, a modo de saludo—. ¿Y bien? ¿Te ha dicho algo al salir?

—Buenos días, Hanako. Más de lo mismo —respondo, restándole importancia—. ¿Nos vamos?

 

2

Harumi Yoshida

I don’t give a damn ’bout my reputation… chapurreo, a un volumen prudencial por la hora, una versión de la canción que, por supuesto, no hace justicia a la de Joan Jett. Mientras, me maquillo frente al espejo. Estoy tardando más de lo normal en arreglarme, aún no me acostumbro al ritmo de vivir sola y lejos de casa. Me plancho ahora mi larga melena cobriza, pensando en todos los chicos apuestos que podré conocer hoy: futuros abogados, ingenieros, médicos, artistas… Los últimos son mis favoritos, ya que es lo que aspiro a ser dentro de unos años.

Después de una hora y media en el baño, me observo en el espejo y veo que ya estoy lista para la acción. Me pongo la ropa que compré exclusivamente para el primer día de clase, me coloco mis características gafas de cristales redondos y me tomo un café solo. Abro la puerta de mi destartalado piso nuevo y, al salir, escucho a la casera del edificio llamando a su hija.

 

3

Risa Miyamoto

Después de posponer cuatro veces la alarma del móvil, oigo cómo mi madre me grita desde la cocina:

—¡Risaaaaa, levántate ya, que vas a llegar tarde!

—¡Ya voy, mamá! —grito yo también, aunque en un tono más bajo.

«Menudo vozarrón se gasta desde por la mañana, joder», susurro para mí misma.

Me arreglo despacio y con esmero, a pesar de la hora; desayuno, como siempre, a toda prisa; me despido de mi madre y me dirijo hacia el instituto.

Tras la típica charla tediosa de bienvenida, a la que llego unos minutos tarde, pero logro que casi nadie se dé cuenta, entramos en las clases. Este año me toca en el aula C, observo los rostros de mis compañeros y la mayoría son conocidos. Mientras algunos estudiantes y yo comentamos qué hemos hecho estas vacaciones y la pereza que nos da comenzar el curso, llega nuestro tutor seguido de una alumna nueva. Todos la miramos con curiosidad, deseosos de que se presente. El profesor, que es el mismo tutor que tuvimos el año pasado, pide que tomemos asiento y guardemos silencio. Acto seguido, carraspea un poco y dice:

—Antes de comenzar, quiero que demos la bienvenida a Hatori, nuestra nueva compañera. —Dándole paso a la joven—. Hatori, puedes presentarte si quieres.

—Buenos días, me llamo Sumika Hatori y espero que todos nos llevemos bien —comenta de forma escueta y con cierta frialdad en el tono.

Aunque sé que es de tener muy malos modales, la observo de arriba a abajo mientras está ahí parada, frente al resto de la clase. Parece una chica alta, de complexión delgada, incluso me atrevería a decir ligeramente atlética. El pelo castaño oscuro y lacio le cae por los hombros hasta la altura del pecho y su semblante serio, acompañado de sus grandes ojos negros, le dan un aspecto de persona distante. Me quedo embelesada mirándola, cuando el profesor me despierta de mi mundo:

—Por favor, toma asiento al lado de Miyamoto, en ese hueco que ves ahí al fondo.

Giro hacia mi izquierda, con cierta brusquedad, y veo que hay un pupitre vacío. Seguidamente, observo el resto del aula y compruebo, sorprendida, que solo queda ese hueco en la clase. «¡Coño!», es lo único que pienso en ese instante. La chica de pelo largo y mirada fría se acerca a su pupitre, nos miramos brevemente y la saludo, algo agitada:

—Bienvenida, Hatori, soy Risa Miyamoto. —Hago una pequeña pausa, pensando qué decir a continuación—. Encantada…

—Igualmente —responde, dando por terminada la conversación, y se sienta.

Tras ello, empieza la clase.

 

4

Mei Kobayashi

Tras la jornada de inauguración de curso, Hanako y yo llegamos, algo exhaustas, a mi casa.

—Uf, demasiada caña para el primer día —comenta Hanako—. ¿Ya se ha ido Miyamoto?

—Eso parece —respondo, mirando al jardín, y advierto algo sobre el césped.

Mientras me agacho para recoger el objeto, Hanako pregunta retóricamente:

—¿Una cartera? ¿Será de Miyamoto?

—Es posible, sí. —La abro para comprobar si tiene algún documento que identifique a su dueño y observo su carné de conducir y una tarjeta de visita con el nombre «Apartamentos Miyamoto»—. Es suya.

—¿Y ahora qué? —Hanako se responde a sí misma—. Seguro que se da cuenta tarde o temprano y vuelve por ella.

Con el corazón ligeramente agitado, me atrevo a decirle:

—¿Y si se la llevamos nosotras? Aquí viene la dirección del edificio… —Inmediatamente, me percato de lo que le estoy pidiendo a mi amiga—. Si no tienes nada que hacer y si te viene bien, claro.

—Por supuesto que te acompaño —comenta alegremente—. ¡Qué emoción!

Antes de comenzar nuestra expedición, nos cambiamos de ropa, cada una en nuestra casa, y volvemos a reunirnos en la mía. Gracias a nuestro sentido de la orientación y con algo de ayuda del GPS del móvil, conseguimos llegar, sin mucha dificultad, al sitio. Tengo entendido que la madre de Hajime es la casera del piso y en él se ofrecen habitaciones baratas que alquilan, normalmente, estudiantes con un presupuesto escaso. Inhalo por la nariz y exhalo el aire por la boca un par de veces frente al bloque de viviendas. Miro a Hanako y le pregunto, algo inquieta:

—¿Y si abre su madre o cualquier otro familiar? ¿Qué le digo?

—Solo tienes que contarle que vienes a traerle la cartera que se ha dejado olvidada en el trabajo —responde mientras sostiene mi mano—. Tranquila, no me separaré de tu lado.

Sus palabras hacen que me calme un poco, le dedico una sonrisa y empezamos a mirar, con más o menos discreción, los apellidos que aparecen en las placas de cada puerta.

—Es esta —comento como si hubiera descubierto algo extraordinario y, de repente, se abre la puerta.

—¡Harumi! ¿¡Has llegado ya!? —exclama Hajime, con una voz lo suficientemente alta como para que se entere la persona que vive al lado.

—¡Sí, me estoy cambiando! —responde una voz femenina desde la puerta más próxima.

Tras la breve conversación con su vecina, Hajime posa su mirada en mí.

—¡Jefa! —dice, sorprendido, y observa que Hanako también está conmigo—. ¿Qué hacéis aquí?

Levanto la mano con la que sujeto la cartera a la altura de mi mentón.

—Te la has dejado en mi casa…

—Joder, si es que a veces estoy atontado… ¡Gracias por venir hasta aquí solo para traérmela! —comenta, sonriendo, mientras la recoge.

En ese momento, aparece tras la puerta de la derecha una joven de cabello cobrizo y gafas redondas. Cuando se acerca a nosotros, me doy cuenta de lo alta que es, especialmente, en comparación conmigo. Con una sonrisa en el rostro, la chica nos saluda y Hajime se percata de que ni Hanako ni yo la conocemos, por lo que se encarga de las correspondientes presentaciones:

—Mei, la hija de mi jefa y Hanako, su amiga. Han venido a traerme la cartera —explica, señalándonos con la mano y me ruborizo un poco al escuchar mi nombre—. Y ella es Harumi, mi vecina.

—¡Encantada! —responde Harumi primero.

—Igualmente —decimos, casi al unísono, Hanako y yo.

 

5 

Harumi Yoshida

Para celebrar el inicio de curso, Hajime y yo habíamos quedado para cenar en mi casa. También vendrían su hermana, Risa; Billy, un amigo de Hajime que vive en el mismo edificio, y Koichi Nimura, hermano de este último. A él lo conocí esta mañana, cuando íbamos a clase y nos dimos cuenta de que estudiábamos lo mismo.

Me divertía la idea de que Hajime también cenara con su «jefa», por ello, tras presentarnos, les comento a ambas chicas:

—Hajime y unos amigos se quedan a cenar hoy en mi casa, ya que os habéis tomado la molestia de venir hasta aquí, ¿por qué no cenáis también con nosotros?

Las dos jóvenes escuchan perplejas mi invitación. Intercambian una fugaz mirada y, como si hubieran llegado a un acuerdo de manera telepática, la que parece más risueña de las dos dice:

—¡Por nosotras, encantadas! ¿Verdad, Mei?

—Sí… —titubea un poco al responder—. Si no es mucha molestia.

—¡Pues no se diga más, todos a mi casa! —concluyo, mirando con cierta picardía a Hajime, quien me observa algo confuso.

 

6

Mei Kobayashi

Hanako y yo seguimos a Harumi hasta la puerta de al lado. Mientras nos enseñaba y recogía un poco la pequeña estancia, Hajime fue a buscar al resto de invitados. La primera en llegar fue su hermana. Nos comentó que se llamaba Risa y, por el uniforme que aún llevaba puesto, no era difícil adivinar que iba al instituto. A pesar de ello, por supuesto, era mucho más alta que yo y, si fuese vestida con otro atuendo, cualquiera diría que la mayor de las dos era ella. Llevaba el pelo teñido de un tono anaranjado y, al contrario que su hermano, tenía los ojos de un color oscuro intenso. Obviando estas y otras pocas diferencias más, físicamente, se parecía muchísimo a Hajime. Además, por lo poco que había observado, se llevaba bastante bien con Harumi.

—¿Os conocéis desde hace mucho tiempo? —pregunto, un poco por romper el hielo.

—¡Qué va! Desde hace un par de semanas o así, cuando Harumi se mudó a los apartamentos —me responde la más joven de todas y, en ese momento, se oyen tres golpes en la puerta. Harumi abre al resto de invitados.

El primero en entrar es Hajime. Tras él, aparecen dos figuras masculinas, altísimas, «no sé qué pasa en este edificio con la estatura», de cabellos dorados. Ambos se presentan:

—Soy Koichi Nimura, ¡encantado! —empieza el más esbelto de los dos y me fijo en que el largo del pelo le llega hasta los hombros.

—Y yo soy Kenji, su hermano, aunque todos me dicen Billy —explica el que parece mayor—. Un placer.

—Yo soy Hanako Shimizu, encantada de conoceros… —La observo mientras se presenta y la noto un poco tensa.

Para evitar que se sienta incómoda, intervengo justo después de ella:

—Y yo, Mei Kobayashi, encantada.

Los demás ya se conocían, por lo que mi presentación es la última de todas. Lo que no esperaba es que el chico al que todos llamaban Billy dijera:

—Lo sé, Hajime se pasa todo el día hablando de ti.

—No le hagas caso, jefa —lo corta Hajime, sonriendo—. A este le encanta bromear.

Aunque lo más probable era, como decía el muchacho, que se tratase de una broma, noté cómo se sonrojaron mis mejillas.

 

7 

Hanako Shimizu

Mientras el resto decidía cuántas pizzas pedir y de qué ingredientes, lancé una mirada furtiva hacia Billy. Sin lugar a duda, era el más llamativo del grupo. Debía tener más o menos la misma edad que Hajime; recuerdo que, un día, Mei me dijo que nos sacaba siete años. Como su hermano Koichi, tenía el pelo teñido de rubio, sin embargo, este lo llevaba mucho más corto. De la oreja izquierda le colgaban tres piercings, quizá eran más, pero no me atreví a comprobarlo. A pesar de que hacía un poco de frío, vestía una camiseta de manga corta, por lo que dejaba al aire los numerosos tatuajes que tenía en los brazos.

Una vez resuelto el embrollo de la cena, comentamos de uno en uno a qué nos dedicábamos o qué estudiábamos. El primero en hablar fue el menor de los Nimura:

—Yo estudio Bellas Artes como Yoshida.

Por descarte y por cómo la miraba mientras lo decía, deduzco que Yoshida es el apellido de Harumi.

—¿Y os conocíais antes de llegar al edificio? —pregunto, curiosa.

—No, nos hemos conocido esta misma mañana —responde Harumi—. Ha sido una coincidencia total. ¿Vosotras qué estudiáis?

En esta ocasión, interviene Mei:

—Derecho, las dos.

—Parece que soy la más joven —comenta Risa, mirando a su uniforme—. Aún estoy en bachillerato.

—Yo soy jardinero profesional, siempre al servicio de cualquier jardín que lo precise —bromea su hermano, haciendo una reverencia.

—¿Y tú, Billy? —Me atrevo a preguntar, algo avergonzada.

—Trabajo en una cafetería de lunes a viernes y algún que otro sábado, si están cortos de personal… —me explica.

Nos miramos a los ojos mientras lo dice y Hajime nos interrumpe.

—Y también es el guitarrista del grupo que toca algunos fines de semana por la noche, cuando la cafetería se convierte en un bar de copas.

Lo observo atónita, preguntando con la mirada: «¿En serio?». Él lo intuye y responde:

—Así es, pero es una simple afición, no es que me quiera dedicar a ello ni nada por el estilo. Además, consigo algo más de dinero que nunca viene mal.

—¿Y qué tipo de música tocáis? —pregunto, para continuar un poco más la conversación.

—Pop, sobre todo, es lo que más le gusta a la gente.

—Cuando queráis, os hacemos un dúo, yo como cantante, evidentemente —dice Hajime, entre risas.

Terminada la cena, Koichi Nimura saca una caja con pasteles que había traído consigo y nos ofrece a todos.

—Los he comprado hoy, no sé si os gustarán, a mí es que me encanta todo lo dulce.

—Ah, pues mis padres tienen una pastelería —respondo a su afirmación.

—¿¡De verdad!? —Me mira directamente a los ojos, sorprendido—. ¿Y cómo se llama?

—Shimizu, es que es un negocio familiar… —explico.

—Me pasaré por allí —concluye, con una amplia sonrisa, y me pide su dirección.

 

8

Mei Kobayashi

Al despedirnos, Harumi nos pregunta por nuestros números de teléfono para que, según nos dice, «así sea más fácil quedar otro día». Hajime se ofrece a acompañarnos a Hanako y a mí y, aunque al principio nos negamos, al final, acabamos aceptando. Primero, dejamos a Hanako en su casa y, después, seguimos los dos caminando hacia la mía. Nunca habíamos paseado juntos y menos aún a solas, por lo que doy las gracias por vivir tan solo a diez minutos andando de la casa de Hanako. Tras un momento de silencio incómodo, Hajime toma la iniciativa en la conversación y me pregunta por mi primer día como universitaria. Le comento un poco de todo: cómo es la facultad donde doy las clases, qué me parecieron las asignaturas y los profesores, a qué compañeros conocí… Cuando me doy cuenta, ya hemos llegado a mi casa y Hajime se despide:

—Nos vemos mañana, jefa.

—Hasta mañana…, empleado. —Ruborizada, le sigo el juego—. Gracias por acompañarme.

El joven me sonríe y se marcha.

Entro en mi habitación y noto cómo vibra el móvil en el bolsillo de mi chaqueta. Es una notificación de un grupo que ha creado Harumi con Hanako y conmigo. Dejo el aparato sobre la mesita de noche y me lanzo sobre la cama, completamente agotada.

«Ha sido un día intenso», me digo a mí misma, con una sonrisa de oreja a oreja.

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