El código bushido. Consejos y enseñanzas de los mejores samuráis de Japón

El código bushido. Consejos y enseñanzas de los mejores samuráis de Japón

Autor: Tadashi Kamiko

Colección Japón esencial

 

Los valores del Bushido

El concepto de bushido (武士道), el camino del guerrero, germinó durante el periodo Nara (710-794), con la consolidación de los distintos clanes afincados en la zona de Yamato y el establecimiento de la idea del sogunato durante el periodo Kamakura (1185-1333). Puede que el término bushido apareciera escrito por primera vez en el Koyo gunkan, una obra de 1616 que describe los logros militares del clan Takeda: «No hay la menor ganancia [personal] en el camino del guerrero». 武士道の益に立 事聊かもなし(Bushido no yaku ni tatsu koto isasaka mo nashi). También aparece en una famosa cita de Hagakure (c. 1716): «El camino del guerrero se encuentra en la muerte». 武士道といふは死事と 見付たり(Bushido to iu wa shinu koto to mitsuketari).

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Pero el bushido no era un código preciso y exacto, sino orgánico y vital. No obstante, con el paso de los siglos se desarrollaron ciertos valores que se estimaron como pilares centrales del modo de vida del guerrero.

Lealtad. El primer valor y el más importante. Lealtad primero hacia el señor, después hacia la familia, y por último hacia los amigos y compañeros samuráis.

Deber filial. Esto incluye no solo la fidelidad hacia la familia inmediata, sino hacia la larga línea de ancestros que se esforzaron para que el individuo llegara a existir.

Valor. No solo para enfrentarse al enemigo en la batalla, sino también el que se necesita para reprender al señor cuando es necesario, sin pensar en las consecuencias personales.

名誉 Honor o prestigio. No solo el propio, sino el de la familia, del señor y del clan. Pero un samurái debe ser juicioso. El comandante Takeda Shingen advirtió: «Un hombre desea la fama en la medida en la que no obtiene resultados».

禮義 Decencia. Son los modales, o el decoro. Esta virtud debe mantenerse en todo momento, frente al señor, frente a la familia y los compañeros. Incluso cuando se está de celebración, el guerrero debería mantener un comportamiento apropiado. De lo contrario, su honor y su reputación estarían en riesgo.

信義 Fiabilidad. Literalmente, mantener la palabra dada.

廉潔 Nobleza y honradez. La verdadera intención de un samurái jamás debe ser cuestionada o puesta en duda. Tanto su señor como sus compañeros deben tener una confianza total en sus motivaciones y sinceridad.

質素 Sencillez, frugalidad y modestia. Esto se aplica a la apariencia personal, al domicilio, a los hábitos ali- mentarios y al comportamiento cotidiano. La modestia, combinada con el valor, fue ejemplificada en el texto clá- sico chino Memorias históricas: «Meng Chih-fan no era presuntuoso. Al retirarse, ocupó la retaguardia. Cuando estaban a punto de atravesar las puertas, espoleó a su caballo y dijo: “No es que no me anime a ser el último, es que el caballo no querría serlo”».

慈愛 Benevolencia. Un verdadero guerrero nunca será arrogante, y siempre mirará con compasión a aquellos menos afortunados que él. Esta virtud debería manifes- tarse tanto en sus acciones como en su actitud mental.

Sinceridad. El carácter chino significa: «cuando las palabras se hacen realidad». Este es un principio básico del bushido, y los cimientos sobre los que se construyen el resto de las virtudes. En el texto confuciano Doctrina de la medianía se establece: «La sinceridad es el camino del cielo. Practicar la sinceridad es el camino del hombre. La sinceridad da en el blanco sin esfuerzo y alcanza [lo que es correcto] sin pensamiento previo […]. La sinceridad es el principio y final de todas las cosas». La sinceridad era la virtud con la que uno se conducía en la vida y con la que se luchaba en el campo de batalla.

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Los guerreros

Hojo Ujitsuna (1487-1541)

Ujitsuna sucedió a su padre, Hojo Soun, como líder del clan Hojo a la edad de treinta y tres años. Fue él quien se hizo con la ciudad fortificada de Odawara y la convirtió en la base del clan. A los treinta y ocho atacó el castillo de Edo, que entonces estaba controlado por el clan de Ogiya Uesugi. A sus cuarenta y nueve años derrotó al clan Takeda de la provincia de Kai y tomó los castillos de Kawagoe y Matsuyama. Parecía que tendría toda la zona de Kanto en sus manos, pero enfermó y falleció a los cincuenta y cinco años.

La vida de los hombres es breve. Nuestras intenciones no deberían ser básicas.

La idea de que la vida es corta no solo se da en las épocas convulsas como aquella en la que Ujitsuna vivió. Pero la respuesta a esa idea (la respuesta a la pregunta de cómo, en realidad, vivimos nuestras vidas) cambia según la era. Trescientos años antes de Ujitsuna, el huraño autor Kamo no Chomei escribió lo siguiente en su colección de ensayos, el Hojoki («Un relato de mi choza»):

«El fluir del río es infinito, pero el agua nunca es la misma. Las burbujas que flotan en los remansos, ahora aparecen, ahora desaparecen, pero nunca perduran mucho tiempo […].

Esto no es distinto del rocío sobre la campanilla. El rocío cae y la flor permanece. Y aunque podríamos decir que “permanece”, se marchita con el sol de la mañana».

Cien años después, el monje japonés Yoshida Kenko, en sus Ensayos en ociosidad, expresó la transitoriedad de la vida de este modo:

«No es este un mundo en el que podamos vivir para siempre. ¿Y por qué querríamos quedarnos por aquí? ¿Solo para ser testigos de nuestra propia decrepitud?».

Si la vida es breve, ¿debemos actuar con optimismo y vigor, o con una sencilla resignación ante sus límites? Estas son dos respuestas muy diferentes a la pregunta básica de cómo abordamos nuestra existencia.

El samurái Yamamoto Tsunetomo (1659-1719) se ocupa de este tema en su obra Hagakure:

«La vida de un ser humano es realmente corta. Y deberíamos vivir nuestras vidas haciendo aquello que amamos. En este mundo que apenas dura el intervalo de un sueño, sería estúpido hacer solo las cosas que encontramos desagradables, y no conocer nada más que amargura. Esta es una verdad esotérica, una de la que no hablamos con la gente joven, pues podrían malinterpretar su significado y hacerse daño. Ante esta disyuntiva, creo que sería apropiado que me retirara del mundo y me pasara los días durmiendo».

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